martes, 13 de marzo de 2012

La justicia nunca ha tenido rostro...

A este tipo de justicias se les conoce más pero se les hace menos ruido...
Aldo, de 23 años, a punto de terminar una carrera universitaria, hijo de familia y bien parecido, vio como sus sueños y sus planes, que seguramente a esa edad ya tenía y bastantes, se esfumaron. 
La leucemia acabó con su vida, él era deportista, le gustaba salir de fiesta con sus amigos, y lo más importante era un gran amigo de mi hermano. Los dos nacieron el 28 de enero del 89, tenían un cariño muy especial el uno por el otro y justo a principios de este 2012 festejaron juntos en un bar su cumpleaños. Ninguno de los dos sabía que si no era el primero que pasaban en compañía, sí sería el último.
Del otro lado de la moneda, tenemos a un poeta, 60 años... Casado con una, me comentan, hermosa mujer mucho más joven que él. No pongo en duda su potencial como escritor, de hecho sé de buena fuente que era una persona con toda la disposición de enseñar a los demás. Se quitó la vida.
Es en este punto exacto de la existencia  donde yo me pregunto qué tan evidentes pueden ser las injusticias humanas...

Jamás he creído que el suicidio sea un acto de cobardía, al contrario, eso de atentar contra uno mismo pienso yo, requiere de mucho valor (para soportar el dolor)...Sin embargo, no entiendo por qué llegar a ese extremo, a esa edad... 
Es como si se colocara en una balanza la vida de un joven deportista con muchas cosas por delate y en la otra parte, un camino ya recorrido que finalmente no supo apreciar lo que tenía...

Es difícil condenar, pero es más lamentable la diferencia de estas circunstancias.

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